El oficio de puta

En una ciudad pequeña como la mía, la presencia de una meretriz siempre resulta turbadora. Más fue el caso cuando la señorita en cuestión le dio por ubicarse debajo de una sombrilla horrorosa, hecho que ya comenté ampliamente en el plurk en junio pasado.

Afortunadamente la benemérita hizo retirar inmediatamente la sombrilla, más que por las cuestiones estéticas que nos preocupaban a los vecinos por que estaba atada a una señal de tráfico.

Aliviados por la ausencia de impacto visual empezamos a hacer a puesta de cuánto iba a durar en el puesto. Bueno eso los vecinos que no estábamos escandalizados sino entretenidos con la novedad.

Tras los cambios y dudas iniciales sobre su ubicación más efectiva, ya van 6 meses con el chiringuito montado y es un plazo mucho mayor de lo que nos podíamos imaginar. Y no sólo eso, han ampliado el negocio, en estos tiempos de crisis es de las pocas empresas que parecen prosperar. Ahora ya son tres chicas las que rotan en turnos y, a veces, se acompañan mutuamente.

Mientras duró el buen tiempo se podía considerar hasta cierto punto razonable su permanencia en el inhóspito puesto de trabajo pero ahora que llegan los fríos lo suyo tiene mucho mérito. Estar en una rotonda sin protección ni cubierta alguna a una máxima de 5º que hemos tenido hoy tiene muchos bemoles.

Alejándonos del aspecto folclórico del asunto nos surgió una pregunta clave. La de puta ¿es una profesión digna?

He defendido que la dignidad viene dada por la libre elección y la definición de la wikipedia apoya esta argumentación:

La dignidad, de ser un atributo exclusivo del ser humano, ha de descansar en su racionalidad (al menos, en un grado de racionalidad superior al del resto de los animales) y la potencialidad de ésta para hacer a la persona autora de su vida mediante la toma de decisiones (esto es: el ejercicio de su libertad) La dignidad equivale así a autonomía, como vieron ya Pico y Kant.

Por tanto, de no mediar explotación, extorsión o cualquier otro tipo de violencia, el oficio de prostituta es tan digno como cualquier otro y el rechazo mayoritario que produce su ejercicio se debe a herencias morales de nuestra cultura judeo-cristiana.

Pero esta dignidad debe venir acompañada por una regulación del ejercicio de esta profesión, como cualquier otra que tiene importantes implicaciones para la salud y con las mínimas exigencias que el decoro público exige.

Las mujeres que deciden, insisto que por voluntad propia, cobrar por el uso de su cuerpo deberían pagar impuesto de actividad, seguridad social, mutuas, IVA, etc. Deberían establecerse condiciones de salubridad y decoro de prestación del servicio, etcétera, etcétera.

Otra cosa sería determinar si el ejercicio de la actividad tiene sentido. No comprendo la limitación del acto sexual a un puro desfogue animaloide obviando toda la parafernalia de coqueteo y seducción que tiene una relación afectiva, por efímera que sea.

Pero allá cada uno. Además, como decía el filósofo popular, “no digas nunca de este agua no beberé ni este cura no es mi padre

Impresiones en una estación de tren

La espera en la estación de tren es muy distinta que en el aeropuerto. La gente se comporta,nos comportamos, de diferente manera. Hay menos deambulatorios con el móvil y menos conexiones con portátiles.

Poca gente lee libros, se ven muchos más periódicos, y es más raro ver gente durmiendo.

Todos parecemos estar más expectantes, tener más prisa para que salga nuestro tren y los grupos alrededor de las pantallas de información son más numerosos. Hasta los mensajes que dan por los altavoces son más rápidos, apenas inteligibles.

Además están las maletas, los ferrovitas cargan con sus maletas. Grandes con ruedas, bolsas, mochilas de todos los tamaños y colores. Se puede jugar a inventar historias de viaje para las maletas y sus dueños. Esta pareja de chavales jóvenes con cara de cansados y dos grandes maletones a juego envueltos en plástico viene de Cancún, de su luna de miel. Esta señora mayor con cara triste y un bolso de nylon apenas aparejado viene del entierro de un familiar que ha muerto un poco por sorpresa, ha echado cuatro trapos a la bolsa y ha salido corriendo.

El grupo de los de corbata es más pequeño y muchos se ocultan en la Sala Club. También es más multicultural, salvo claro está la zona internacional de los aeropuertos. No me refiero a los empleados, que en ambos sitios son su mayoría inmigrantes, sino a los viajeros.

Luego dentro del tren es distinto. Aparecen como por encanto los artilugios electrónicos y son frecuentes las conversiones en el móvil. Ya no dice eso de que es mejor hablar en las plataformas. Los pasajeros tienen sus conversaciones cómodamente sentados en sus asientos con la documentación, papel o electrónica, en las bandejas delante de sus narices.

Por el rumor que me llega la mayoría de las conversaciones son sobre negocios: se cierran citas, se pregunta por los pedidos... Sólo cerca de la estación de destino se hacen llamadas más personales: estoy llegando en unos minutos te veo y esas cosas.

Una comercial de una empresa va sentada detrás de mi. Tras cerrar una cita, era interrogada por su interlocutor de porqué viajaba en tren en lugar de en avión. Ella contestaba que podía trabajar por el camino, hacer llamadas, conectarse por el ordenador, pierde menos el tiempo.

Pero no se ha dado cuenta de otra cosa, en tren se ven los paisajes. Vas viendo la diferencia entre los secarrales del centro y los colores más verdosos del norte, los depósitos de chatarra a lo largo de las vías ¿Por qué habrá tanta chatarra cerca de las vías de tren?

Me gusta viajar en tren y eso que no he contado lo de la precaución, por no decir miedo, que me dan los despegues y el dolor de oídos de los aterrizaje

Necesidad obliga

Telefónica ha tenido a bien cortar mi ADSL y la gestión de la incidencia bien podrá ser caso de análisis en otro artículo. La incomunicación internaútica sufrida me ha hecho replantearme el fin de semana, aunque no mucho, y me he dedicado mucho más al mundo de los bits.

Para empezar me fui al teatro. La cartelera presentaba “Un médico a palos” de Moliere y aunque a prioiri no me parecía una obra apetecible mejor que ver los cotilleos de la tele cualquier cosa.

Pese a que, como digo, yo no iba muy convencido y que el programa avisaba de una compañía cubana con inspiración sincrética y yoruba, acertamos. La comedia de Moliere estaba actualizada por Giraldo Moisés Cárdenas en una versión del clásico actualizado con notas subrealistas.

No voy a contar el argumento de la obra, de sobra conocido, ni los gags que lo actualizan y modifican, porque quitaría el factor sorpresa al futuro espectador. Tampoco sé hacer crítica teatral por lo que comparto aquí son las impresiones que me llevé de la representación.

La Compañía Cubana de Teatro Máscara Laroyé hace una interpretación correcta y creíble. Las morcillas que le pone al texto clásico son convenientes y actuales. Las referencias a los papeles de la inmigración, a la violencia de género o a otras cuestiones de moda no distorsionan el contenido original de la obra.

Los matices que introducen al reformar el papel de la bella enamorada dan una gracia y un sentido nuevo a la obra digno de agradecer sobre todo por el público más joven. También introducen apuntes musicales que, si bien no aportan nada por la calidad vocal de los intérpretes, dan ese toque de subrealismo que, al menos a mi, gusta mucho.

El único atrezo era una silla de madera. El vestuario simple y efectivo. La caracterización y maquillaje estaba en perfecta sintonía con la interpretación.

La entrada costaba 2 euros, es lo que tiene el teatro de pueblo subvencionado. Lo que me resulta más inexplicable es que el aforo no estuviera ni mediado. ¿Quizás telefónica debería cortar más ADSLs?

Rock and ribs

Hoy tocaba día de hombres y teniendo en cuenta que el que elegía es de 13 hemos acabado en un burger.

Hemos decidido probar la franquicia local de Rock and Ribs, que a priori parecía y más digerible que el McDonald's.
La sala está ambientada con los tópicos de lo que se supone la América profunda. Forros de madera coloreada con dudoso gusto, sillones de polipiel, herraduras y cuadros de vaqueros. Hace frío porque el sitio es demasiado pequeño para tener la puerta abierta y no me gusta comer con cazadora.
El servicio es bueno, si bien es cierto que sólo había 5 mesas ocupadas. Te sientan rápido y en ese momento te piden las bebidas. No hay espera entre platos y el trato es amable.
La carta contiene los típico que se espera de un restaurante de estas características: entrantes tex-mex, ensaladas, hamburguesas, sandwitches y barbacoa.
En cuanto a bebidas no hay más que refrescos estándar, de grifo, y ni siquiera tienen una variedad de cervezas.
De entrante nos hemos pedido unos fingers de queso que no estaban mal, al menos no son de frudesa como los de otros sitios similares, y una buschetas que son tres rebanadas de pan con ajo con distintos componentes y gratinadas con queso. Se dejan comer.
Como plato fuerte yo me he pedido un House Steak que es un filete marinado con especias que no está mal. Las especias dan sabor pero no se comen el de la carne. Lo he pedido en su punto pero estaba un poco hecho de más. El filete es de generosas dimensiones como todas las raciones que nos han servido.
Los postres son contundentes, de solidez muy americana, se hacen muy pesados. Hay uno que se llama Muerte por chocolate que responde exactamente a su nombre. Los brownies no estás europeizados y por tanto son verdaderos ladrillos.
Hemos salido a 25€ por cabeza.
En resumen, si hay que ir a un burguer, esta es la mejor alternativa que tenemos bastante por encima de las otras franquicias locales del mismo estilo.

Tortilla de patatas (mi versión)

Hace poco me hice fan de la tortilla de patatas en FaceBook. A raíz de esto una ciberamiga canadiense, quebecoise más concretamente, sintió añoranza de sus andanzas por España y me pidió donde encontrar la receta para preparar una.
He buscado por Internet y no he encontrado una receta que explique a una norteamericana como hacer la tortilla de patatas o, al menos, hacerla como a mi me gusta.
La verdad es que me considero un avezado catador de tortilla y de hecho para mi la calidad de un bar tradicional se mide por su pincho de tortilla.
Todos los sábados me como uno como el de la foto, sacada nuevamente con el móvil, lo siento.
Como cocinero no tengo un amplio repertorio ni una experiencia constante, sin embargo creo que el plato objeto de análisis me sale, cuanto menos, sustancioso.
Yo la hago así:
Cojo 4 patatas gordas y las hago rodajas cuanto más finas mejor, casi transparentes. Hago lo mismo con una cebolla grande.
Pongo aceite de oliva abundante en una sartén de mucho fondo y echo la patata y la cebolla. El aceite debe tapar ligeramente las patatas. No precaliento el aceite y pongo el fuego a más bien flojo, a un 4 en un mando de 10 posiciones. Remuevo frecuentemente la sartén con la espumadera y ayudo a que la patata y la cebolla se deshagan mientras se fríen, aunque casi más se aproxima a una cocción en aceite. Al cabo de 30 minutos ya se queda una pasta dorada que saco para que se escurra bien. Este es un punto clave, porque a mi no me gusta la tortilla aceitosa, hay que dejar escurrir bien el aceite y ayudar con la espumadera si hace falta.
En un bol grande bato 4 huevos, también grandes, muy muy batidos. Echo sal en los huevos, esto va al gusto yo no pongo mucha, y mezclo con la pasta de patata un ratillo, dejo macerar unos minutos incluso.
Quito el aceite de la sartén, que reservo para otros usos, y la pongo a calentar moderadamente con el fondo mojado en aceite, no más. Echo la pasta en la sartén en fuego no muy fuerte, un 6, agitando la sartén para que no se pegue unos 8 minutos.
Yo para dar la vuelta a la tortilla utilizo la técnica del plato. Pongo un plato tapando la sartén y giro el conjunto. Se echa la tortilla a la sartén para que se dore por el otro lado y se deja otros 8 a 10 minutos, depende de lo cuajada que te guste.
Yo la dejo enfriar antes de comerla, aunque hay mucha gente que le gusta recientita. La sirvo sola, con mayonesa casera, con pimientos , con jamón, en fin, depende del día la tortilla se deja acompañar bien por cualquier cosa.